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El deporte se ha convertido en una herramienta a favor del impulso de la labor positiva que se puede gestar desde las comunidades. Los espacios creados para su práctica, sin importar la disciplina de preferencia, deben ser tan cuidados y mantenidos como una calle.
La labor contralora debe ser ejercida conjuntamente entre gobierno y vecinos de los diferentes sectores de una jurisdicción. No basta con inaugurar una cancha, un estadio o un simple centro para ejercitarse si después queda en el olvido, por falta de atención e inyección de recursos.
En Puerto La Cruz, hay muchos sitios destinados al deporte que ya no son prioridad para las autoridades y se convirtieron en un problema para las comunidades. Espacios que eran reconocidos por ser punto de encuentro para impulsar el deporte local terminaron abandonados y en condiciones no aptas para la permanencia segura de los usuarios. Muchos se convirtieron en guarida de delincuentes y refugio de quienes no tienen un lugar donde vivir.
En Guanire, Las delicias, La Caraqueña, Tierra Adentro y Chuparín, por ejemplo, se nota el desgaste de la pintura del demarcado del piso de las canchas, el mal estado de los aros para encestar. Muchos tableros están doblados y a punto de ceder. Las cercas que deberían resguardar a los usuarios están rotas o han sido forzadas por vándalos que no aprecian el significado de contar con este tipo de infraestructuras y las han dañado para satisfacer sus fechorías.
Hay estadios, como el de Guanire que se crearon para grandes eventos comunales, se usaron y con el tiempo, como toda obra se fue dañando, poco a poco, sin que se le metiera la mano. Esta obra ahora está plagada de agua contaminada, basura, desechos, baños inservibles y gradas en las que nadie puede sentarse y para colmo, la alcaldía retiró el techo y nunca lo volvió a colocar. No se puede pretender que sólo los beneficiarios pongan de su parte. No es el pueblo el que tiene la plata para hacerlo todo.
Muchas madres han visto cómo sus hijos, han dejado el deporte a un lado por no tener un área en condiciones óptimas para practicarlo en su sector. Muchos jóvenes se han decepcionado por ver perder lo que servía de incentivo para llegar más lejos, pues saben que desde canchas como las que tenían han salido las más emblemáticas de nuestras figuras deportivas. Perder una cancha, también es perder un sueño y frustrar oportunidades únicas de formación.
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Quien no tiene recursos para costear un entrenamiento profesional siempre agradece la oportunidad de tener cerca este tipo de plazas porque impulsan las actividades entre vecinos y el reconocimiento de los talentos que emergen desde nuestras comunidades.
No podemos permitir que los gobernantes y sus amigos, que nunca hicieron nada por el deporte en las comunidades, ahora pretendan mostrarse como sus mayores impulsores. Necesitamos gobernantes que sí le paren al deporte.
Astrid Silvestri