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Violencia escolar está presente en las aulas de clase

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La violencia escolar se convirtió en unos de los temas a tratar dentro de la dinámica de la educación en todo el país. Es desde los últimos 10 años que científicos sociales, padres y educadores comenzaron a citarlo como un ingrediente pernicioso dentro del plano educativo que está condicionando la vida y el desempeño escolar de los estudiantes que son sometidos a ella. La violencia escolar dice presente todos los días en nuestras aulas de clase y parece que no sabemos, qué hacer con ella.

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El Prof. Hernán Matute Brouzés, nuestro fundador y coordinador general nos señaló, en la última clase (cierre del semestre) de la asignatura: “Las drogas y su prevención desde el ámbito educativo”: “que siempre se dejan pendientes muchas causales de la violencia escolar cuando ésta es abordada, conformando esos vacíos, un “caldo de cultivo”, donde se acunan elementos que pueden motivar o acelerar los comportamientos inapropiados de los alumnos, como por ejemplo, la situación de la infraestructura y de los servicios que debe prestar dignamente las instituciones. También se olvidó la calidad de los docentes y del Personal Directivo, así como de sus actuaciones no convencionales que vayan más allá de la puesta en práctica de los programas de clase y finamente, entre muchas otras causales no citadas, la poca valoración o respeto por las necesidades y carencias de los escolares”.

Hemos constatado que la violencia escolar no es sólo contra personas (compañeros de clases, o profesores) o por lo menos no basta con evaluarla sobre los efectos o situaciones donde se exteriorizan. Los comportamientos violentos se recrean en un contexto despersonalizado que acuña (%) porcentajes de violencia nada descartables, a saber: Baños inservibles, carente de higiene y aseo elemental y sin privacidad; comida de comedor (incomible) y/o desaseada, poco control de la calidad y precios de las cantinas escolares; deterioro extremo de la infraestructura educativa (ausencia de equipos multimedia o audiovisuales), carencia de bebederos y de papeleras; pizarras y pupitres que cumplieron su vida útil, laboratorios que sólo tienen de ello, el nombre; áreas verdes inexistentes, y las canchas deportivas o espacios para la educación física en el último estado. También está la carga de violencia familiar y de la cotidianidad (entorno) donde viva el escolar. En el plano educativo, constatamos ausencia de docentes de manera reiterada en materia claves, lo cual genera muchas horas de ocio escolar y poco o nulo aprendizaje. En el plano docente, los alumnos señalan que quieren y desean que el Personal Directivo, esté a tiempo completo, involucrado con los alumnos de cara a sus necesidades (que nos oigan y nos escuchen), comprometido con sus funciones y que resuelvan, mostrando que se ocupan con pasión y entrega por todo lo que compete a la vida de los recintos escolares

Finalmente, señaló nuestro Fundador y Coordinador General, “tenemos que estudiar y comprender lo que le pasa a los adolescentes y jóvenes. Ellos están atrapados en la necesidad de ponerse a tono con las circunstancias, pero a la vez, no le encuentran sentido y significado a la vida; glorifican al presente, pero ignoran al futuro y desdeñan del pasado. Carecen de marcos o elementos de referencia o los cuestionan: educación, maestros-profesores, familia, padres y madres, instituciones, gobierno-Estado, Dios o figuras espirituales, políticos, normas-reglas-leyes, principios morales, religiosos y valores. Si a eso le sumamos el excesivo, temprano y por siempre establecido consumo de licor (alcohol), el maltrato, la agresión, la violencia intrafamiliar, la exclusión a la que los sometemos, la falta de atención (los ignoramos), de acompañamiento y de conversaciones bidireccionales, donde en vez de hablar los adultos, debemos escucharlos y oírlos a ellos, entre otras cosas, nos encontramos con un contexto nada propicio ni alentador para lograr que actúen con tolerancia, respeto, alteridad, responsabilidad, ponderación, pluralidad de cara al otro y, esto se complica al sumarle una nueva variable, el consumo de alcohol y de drogas por parte de los escolares, para lo cual debemos tratar, que quien no la ha consumido, no lo haga nunca, y para que dejen y se alejen de su consumo, los que ya tuvieron contacto con las sustancias. Definitivamente debemos educar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, con “habilidades para la vida”, sembrándoles valores con el objeto de fortalecer los factores protectores y minimizar los factores de riesgo. Esta tarea requiere el concurso y la sinergia de todos”.

Pero el problema es mayor cuando ponderamos este último señalamiento. Su dimensión y complejidad escapan de la mano de los educadores y de las estructuras educativas. Nuestra sociedad enferma, y de compleja disfuncionalidad nos exige valorar el problema de la violencia en los planteles con otra óptica y por supuesto, con otras, nuevas, creativas y plurales estrategias y con métodos de abordaje compartidos, para poder atender todas y cada una de las causales que sustentan a la violencia en las aulas de clases, ya que ella no es intrínseca a esa única localidad-particularidad-especificidad. Tanto es así que en 287 de 311 planteles visitados, por declaraciones de sus propios maestros-profesores, de los Directivos, de los padres o representantes y de los alumnos al unísono o de manera individual, o combinaciones de 2 o de 3 de estos (4) componentes, nos informaron que había consumo de drogas y ventas (tráfico) en sus recintos. Y por si fuera poco, también señalaron la vinculación con elementos externos al centro educativo. A nivel universitario, las 31 Instituciones de nivel superior abordadas (100%), en la Gran Caracas, tanto públicas como privadas, presentaron problemas generalizados de consumo y de venta de drogas, con una confesión masiva: el descaro total de su consumo y de su venta, casi pública y notoria.

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Por todo lo dicho, Matute Brouzés enfatizó: “Hay que ver esta problemática de manera integral, valorarlas en todas sus dimensiones y contextos, para tratar de no trabajar sobre las consecuencias (Reactivos), sino sobre las causales (Prevención) y, que en los casos del consumo y tráfico de drogas en los medios escolares, requerimos de la intervención del Estado. Allí el maestro-profesor (y el hecho educativo en sí) se enfrentan al “crimen organizado”. Las cadenas de comercialización, y los mini-carteles, incluso los vendedores “jibaros” individuales, tienen por su naturaleza “conectividad y accesibilidad”, con el mundo externo (fuera del plantel), donde la dinámica de su operatividad, no respeta normas, reglas, condiciones, situaciones, y por lo tanto, el contexto educativo se hace vulnerable, se inmoviliza, petrificándose ante el miedo, la indiferencia, “naturalizando los hechos”, “habituándose a esa cotidianidad anónima”, desarrollando una tolerancia, convivencia, permisibilidad, aceptación, o silencio, que raya en la complicidad, propiciando una “desesperanza aprendida” (eso siempre ha sido así, no se puede hacer nada para cambiarlo) que hace que el problema se acreciente y que sus consecuencias sean imponderables”.

Prensa Cliad

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